Dos meses después de haber llamado a la oficina de la cirujana bariatra para pedir una cita, al fin mi día llegó.
Mi cita era a las 10:00 a.m. en la oficina de la Dra. Ana T. Santos en el Hospital Menonita de Cayey. Tras esperar dos horas en una sala repleta de pacientes obesos –hombres y mujeres de mediana edad, en su mayoría- me llamaron para comenzar el protocolo.
Primero me pesaron sobre una balanza gigante que marcó unas cuatro libras adicionales a las que marcaba mi pesa en casa: 244. Luego esperé en una oficina un par de minutos más hasta que la doctora llegó… Recuerdo que estaba muy, muy ansiosa.
De ahí en adelante, todo sucedió muy rápido.
-Dra. Santos: Buenos días, ¿en qué te puedo ayudar?
-Yo: Hola doctora. Estoy aquí porque quiero someterme a una cirugía bariátrica.
-Dra. Santos: ¿Ah, sí? ¿A cuál?
-Yo: Quiero que me haga el “sleeve”.
-Dra. Santos: (Bajó la cabeza para mirar mi récord) Por tu peso, ese sería el procedimiento recomendado (y me explicó cómo se hace la operación con un dibujo).
-Yo: ¿Cuánto cuesta esa cirugía si quiero hacerlo privado, sin plan médico? ¿Me operaría más rápido? (yo pensaba que no cualificaría para la cirugía porque no soy «obesa mórbida», pero les cuento el detalle en otra nota)
-Dra. Santos: ¿Pero por qué quieres hacer eso (pagar la cirugía privado)? Vamos a someterlo al plan y, mientras tanto, comienzas el proceso. Tu peso meta sería 160 libras (o sea, 84 libras menos).
-Yo: Es que me quiero operar ya. Mire, si por mí fuera, me operaba mañana. Ya he leído e investigado todo. Incluso he hablado con pacientes que ya se operaron con usted. Estoy decidida a hacerlo. Además, por ahí vienen las elecciones y quisiera estar operada y recuperada antes de esa fecha para poder trabajar bien. (Al escucharme, la doctora sonrió y volvió a bajar la cabeza).
El primer intercambio entre la doctora y yo fue algo como eso y duró menos de 10 minutos.
Cuando insistí en mi urgencia de operarme, ella puso el freno y me hizo aterrizar. Me explicó que -para empezar el proceso y antes de poder darme fecha de cirugía- debía realizarme un sonograma abdominal, un estudio del sueño y unos análisis de sangre. También debía visitar a la nutricionista de su equipo médico para que me indicara una dieta especial.
Luego de hacer todo eso y tener los resultados de cada estudio, entonces debía volver a verla para darme fecha de cirugía y nuevas instrucciones. También me explicó que debía bajar a 230 libras para cualificar para la cirugía ya que ella le requiere a cada paciente un peso específico antes de operar.
Tras escuchar su orientación, insistí en preguntar por el costo y el proceso de hacer la cirugía sin utilizar el plan médico. Llegué a su oficina pensando que, si la doctora accedía a operarme privado, entonces no tendría que seguir todo el complejo protocolo al que se someten los pacientes regulares.
Es que yo tenía prisa por dejar de ser obesa…
“No hay diferencia. Tienes que seguir el mismo proceso. Además, no me gusta operar privado porque, si te complicas, luego el plan no te cubriría las atenciones de emergencia por haberte operado sin aprobación”, indicó la doctora.
Entonces, decepcionada, le di las gracias y, luego de pagar $15 de deducible, salí de la oficina con mis tres órdenes médicas para los estudios que me indicó. Caminé hasta mi carro. Comencé a llorar y luego llamé a mi mamá para contarle que no me operaría tan rápido como yo quería.
Estaba enojada. Ya me había visualizado estando cerca de mi peso saludable para Despedida de Año…
Pero no sería así. Tocaba aprender a ser paciente.
Ese día fue el primero de un largo proceso que llegaría a su clímax seis meses después.
Lo que pasa en la primera cita
Es importante ser bien paciente en cada cita pues la oficina de la doctora siempre está llena. En esa primera evaluación, la doctora indica cuál es la cirugía apropiada para ti de acuerdo a la cantidad de libras que debes perder y qué condiciones de salud padeces. En mi caso, la doctora recomendó realizar la manga gástrica ya que debía perder menos de 100 libras y no tenía condiciones de salud peligrosas que requirieran una pérdida de peso más acelerada. No obstante, durante el proceso conocí a otras personas con un perfil similar al mío (en cuanto al peso) pero que tuvieron que someterse al «bypass» debido a que padecían diabetes o hipertensión, por ejemplo.
En este punto, la doctora orienta sobre la cirugía que ella recomienda, sin embargo, le permite al paciente elegir a cuál procedimiento quiere someterse.
Posteriormente, la doctora también indica cuál es el peso meta después de la cirugía. En mi caso, estableció como meta llegar a 160 libras. Según dijo, los pacientes alcanzan el peso meta típicamente al cumplir el primer año después de la operación. Eso quiere decir que, al momento de escribir esta nota (tres días antes de la cirugía), mi reto será perder 68 libras después del procedimiento.
Una vez escogido el tipo de cirugía y establecido el peso meta, la doctora procede a definir cuántas libras el paciente debe perder antes de la cirugía. A mi me requirió bajar de 244 a 230. Con mucho sacrificio -que les contaré en otra nota- logré bajar hasta 228. Según me contaron otros pacientes, este requisito es la forma que tiene la doctora de asegurarse de que el paciente posee un compromiso real con su salud y bienestar a largo plazo.
Finalmente, la doctora entrega órdenes médicas para que el paciente se realice un estudio del sueño (para detectar si padece apnea), un sonograma abdominal (para identificar si tiene hígado graso, por la obesidad) y una batería de análisis de sangre. También ordena sacar cita con la nutricionista para comenzar el plan de pérdida de peso.
Una vez el paciente tiene los resultados de todos esos estudios, entonces es momento de volver a ver a la doctora para conocer el próximo paso.
Yo volví a verla dos meses después, en noviembre.