Cuando era niña, recuerdo que en una ocasión una tía me dijo con desprecio que yo era “muy glotona” porque no me despegaba de su nevera, cuya puerta siempre estaba repleta de dulces.
Hoy, horas antes de cumplir el primer aniversario de haberme sometido a una cirugía bariátrica y a dos meses de cumplir 30 años, reflexiono y no me queda más que reconocer que esa niña glotona y obesa me perseguirá toda la vida.
Lo digo así porque la realidad es que para quienes hemos sido obesos desde siempre, una cirugía de estómago no nos cambia el cerebro. Aunque ahora mi estómago es tres veces más pequeño de lo que solía ser, aún siento los mismos deseos de comer de más, por gusto y placer; y tengo los mismos antojos y el mismo apetito por las cosas dulces que tenía previo a la operación. Esta es y será mi eterna batalla.
Entonces, hasta ahora, ¿qué ha cambiado después de la cirugía?
Pues sucede que ahora corro más rápido que la niña obesa que vive conmigo y, aunque a veces me alcanza con más frecuencia de la que me gusta aceptar, sé que poco a poco voy ganando resistencia, fuerza, velocidad y agilidad. He aprendido a aceptar que ella me acompañará por siempre. No obstante, sigo trabajando para adquirir las herramientas necesarias que me permitan derrotarla a diario o, al menos, la mayor parte del tiempo.
¿Y cuáles son esas herramientas?
Simple. La más importante es rodearme de personas que conozcan mi proceso y mis metas y me apoyen a seguir enfocada en lugar de ser una distracción. Además, hacer ejercicios todos los días hasta convertirlo en un hábito en vez de un “sacrificio”. Y también, buscar constantemente educarme sobre la nutrición y los alimentos que me conviene ingerir mientras aprendo cuáles son los que debo descartar. Esta es la parte más retante, pero sí se puede.
Esos tres elementos han sido clave en mi proceso de pérdida de peso durante el pasado año.
Y eso me lleva a otra reflexión. Cuando llegó el día de mi cirugía bariátrica el 6 de marzo de 2017, estaba segura de que en seis o 12 meses ya habría alcanzado mi peso meta. ¡Qué equivocada estaba!
Esto ha sido totalmente una lección de humildad para mí pues, debido a que “solo debía perder 80 libras” en aquel entonces (que es considerado relativamente poco peso para una paciente bariátrica), estaba segura de que mi proceso sería rapidito y fácil.
¡Nada más lejos de la verdad!
Mi operación transcurrió sin complicaciones, pero la primera semana post cirugía fue muy dolorosa. Y de ahí en adelante, la pérdida de peso ha sido lentísima a pesar de que me he esforzado constantemente haciendo ejercicios, desde caminar, aeróbicos, ejercicios funcionales con un entrenador personal y, más recientemente, CrossFit. He sido consistente con los ejercicios pero con cierta frecuencia fallo en la dieta.
Con todo esto, ahora elijo abrazar mis logros y reconocerme con amor pues han sido enormes los sacrificios. No estoy donde quisiera estar, pero sí donde me corresponde en este momento. Confío en que tal vez, eventualmente, identificaré el propósito.
Hoy peso casi 40 libras menos que cuando comencé las evaluaciones médicas previo a la cirugía, mido unas 20 pulgadas menos en total, y me siento mucho más saludable y fuerte de lo que jamás había sentido antes. ¡Y mis resultados de laboratorio lo confirman!
En fin, que este proceso ha sido intenso, arduo, distinto al de otros pacientes, distinto a como lo quería… Pero ha sido el mío. MI proceso. Y no lo cambiaría por nada.