*Este reportaje fue publicado en ELNUEVODIA.COM el 21 de agosto de 2015.
Iniciativa Comunitaria dejó de ser una organización para convertirse en un movimiento compuesto por cientos de voluntarios que aprendieron a hablar el mismo idioma: el de la solidaridad amorosa. Y como ha hecho en más de 100 ocasiones durante los pasados cuatro años, el doctor José “Chaco” Vargas Vidot lideró el mes pasado un equipo de puertorriqueños que viajó hacia las entrañas de Haití para llevar servicios de salud a casi 1,000 niños, jóvenes y adultos.
La misión de Iniciativas de Paz – Brigadas de Salud, Haití 2015 fue integrada por 12 voluntarios: Vargas Vidot, cinco estudiantes de medicina, una salubrista, dos médicos generalistas y tres licenciadas del Colegio de Tecnólogos Médicos de Puerto Rico. A este grupo se unieron varios voluntarios haitianos que fungieron como traductores, así como un joven que estudia medicina en ese país becado por Iniciativa.
“Veo por todos lados horizontes de esperanza que se levantan a través de los voluntarios”, aseguró el salubrista sanjuanero al contar que este viaje inicialmente se había concebido como una misión para llevar pediatras a Haití. Por razones ajenas a su voluntad, no se logró. Sin embargo, tras ver los resultados de las clínicas, el doctor reconoce que fue perfecto.
“Ver que, de la nada, surge el milagro de la pasión, de la entrega, que convierte la ‘nada’ en ‘mucho’… Todas esas cosas que se lograron allá se lograron con las personas que, en otras circunstancias, hubiesen sido ignoradas por su edad, por su inexperiencia… Porque vivimos en una sociedad que vive amarrada a una seguridad falsa que reside en los títulos, en las jerarquías, en una actitud defensiva… Y esos ‘niños’ (en referencia a los voluntarios)… Creo que en Haití se cumplió ese milagro: los ‘niños’ lograron traer el reino”, expresó conmovido.
Estos “milagros” son una constante en los 21 años de Iniciativa Comunitaria, organización que ha tocado la vida de más de 80,500 pacientes solo en Haití.
“Estoy con lágrimas en mis ojos porque tengo que mirar (la historia de Iniciativa) con mucha humildad y no concedérmelo a mí mismo. Lo que hice fue abrir las puertas para que todo el que tuviera algo que decir o que aportar, lo hiciera. Yo dije: el día que tenga la oportunidad de tener algo en que yo sea la puerta, no se la voy a cerrar a nadie. Puerto Rico necesita tener otro discurso. Iniciativa es hoy el resultado de haber escuchado”, expresó entre sollozos.
Una experiencia que trasciende
Vargas Vidot describe la vivencia de ser misionero en Haití como una que es “intensa, reflexiva y contundente”. No es para menos, ya que cada voluntario debe costear sus propios gastos de boleto de avión, traslado en guagua desde Santo Domingo hasta Puerto Príncipe, la visa, los impuestos de salida, más una aportación a lo que llaman el “pote común”, que es el dinero que se utiliza para comprar la comida de la semana. En total, se requieren entre $500 y $600.
Además del esfuerzo económico, los voluntarios deben adaptarse a la convivencia en una casa que pertenece a Iniciativa Comunitaria y que alberga hasta un máximo de 30 personas.
“La casa es incómoda en términos de calor; todo el mundo tiene que bañarse en dos minutos cuando hay agua. Hay problemas de electricidad, así es que se prende una planta eléctrica por ciertas horas. No hay aire, no hay abanicos y las camas suelen ser literas o catres. Cuando la temperatura es bien alta, usualmente los voluntarios sacan los catres a la azotea”, describió el doctor. Añadió que el desayuno y la cena son “colectivos”, con una porción razonable para cada uno pero sin la opción de repetir. “Tienen que coger una porción que facilite que haya comida para todo el mundo”, señaló Vargas Vidot.
Sin embargo, lo que para los voluntarios podría representar una experiencia de sacrificio, para los haitianos que se unieron a la misión fue una semana de “lujos”. “Cuando hay misión, lo que para nosotros es precario, para ellos (los haitianos) es como una fiesta. O sea, bañarse y comer todos los días…”, reflexionó.
Por su parte, Francheska Aponte, una joven de 24 años recién graduada de maestría en salud pública, aseguró haber disfrutado su primera experiencia como salubrista en Haití y manifestó desde ya su compromiso en volver. “Fue una experiencia bien bonita porque fue un grupo bien unido, bien jovial, bien dispuesto y bien consciente de la tarea que le tocaba a cada cual”, expresó con entusiasmo. Francheska estuvo a cargo de administrar la farmacia de las múltiples clínicas que ofreció el equipo en orfanatos y comunidades.
Al preguntarle sobre cómo se sintió al estar rodeada de niños y jóvenes que no hablaban español, aseguró haber sentido una conexión emocional en la cual no hacían falta palabras. “Creo que el amor, el cariño y una sonrisa traspasan cualquier lenguaje. No importa qué lenguaje estemos hablando, una sonrisa la podemos entender. Desde el primer momento sentía una conexión con ellos y unos deseos de abrazarlos…”, compartió.
Mientras tanto, la presidenta del Colegio de Tecnólogos Médicos, Ruth Rosario, reveló que en este viaje lograron realizar sobre 600 pruebas de hemoglobina y glucosa, más de 390 pruebas de orina y 80 pruebas para detectar el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Para la también catedrática asociada del recinto de Ciencias Médicas, esta misión fue especial debido a que viajó junto a un grupo de muchos jóvenes que la hicieron recordar su niñez.
“Yo me crié en una familia de 13 (hermanos) y volví a vivir eso. Fue especial, conocí una gente especial, muchos jóvenes que me enseñaron muchas cosas; jóvenes que invirtieron su dinero para estar allí. Nos reímos y disfrutamos en cantidad. En parte, reviví lo que fue mi historia porque quería que comieran bien, que se mantuvieran hidratados…”, relató entre risas.
Una medicina diferente
Los cinco estudiantes de medicina que participaron del viaje vieron pacientes en las clínicas bajo la supervisión de Vargas Vidot. “Veíamos pacientes. Aprendíamos. Lo mejor de ver pacientes con Chaco es que él siempre te recuerda que lo importante es ver al paciente y no la enfermedad”, contó Raulo Colón Mulero, joven de 28 años y estudiante de cuarto año de medicina en el recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.
“Eso implica que tú no vas a escuchar sus síntomas y darles pastillas, es que vas a hablar con él, saber de dónde viene… Y si no tiene síntomas, como quiera hablar con el paciente… Eso de por sí cura. Eso hace una diferencia para uno, pero también para el paciente”, añadió Raulo, para quien trabajar mano a mano con Vargas Vidot ha sido trascendental ya que, según dijo, le sirve como referente para lo que quiere hacer el resto de su vida.
“Pienso que esta es una experiencia que debería ser requisito en la escuela de medicina porque hay que aprender a ver los pacientes en su contexto, su vida, sus problemas… Y eso es mucho más palpable en Haití. Tienes que sensibilizarte a la realidad de otros humanos y ese es el primero paso para ser un gran médico. Puedes saber toda la ciencia del mundo pero tus pacientes son ellos y su entorno. Y esta es una experiencia que no tiene precio”, acotó el cagüeño.
Durante los cinco días de misión, Raulo atendió a cerca de 200 pacientes en total. Sin embargo, además de llevarles salud, también les llevó música y mucha alegría a todos los haitianos con los que interactuó ya que cargó con su guitarra para compartir melodías de amor.
“Uno va allí a dejar el amor pero el amor se multiplica. Aunque tú vayas con la intención de dejarlo todo allí, te vas a llevar mucho también. De Haití me llevé lo que quiero hacer el resto de mi vida, el tipo de gente con la que quiero estar, el tipo de trabajo que quiero hacer”, aceptó el joven misionero.
Así, sin darse cuenta, la sensibilidad en sus palabras lo convierten poco a poco en espejo de quien ha sido su mejor maestro, su “Chaquito”, el doctor Vargas Vidot.